LA SUERTE LO TIENE

Darío era un tipo con mucha suerte, si, hablaba tan pero tan claro con el universo con esto de la ley de atracción, que siempre le salía todo lo que quería. 

De chico quería cambiarse a otro colegio, pero los viejos no tenían tanta guita para garparlo y él consiguió una beca. Cuando quería las mejores zapatillas se las regalaban para el cumpleaños, o si quería un chocolate con leche hasta la leche de la nevera se le convertía en chocolate. Para irse de vacaciones, siempre era a donde él quería, promocionaba las materias de la facultad solo con encomendarselo al universo. 

Una vez me demostró la conversación tan estrecha que tenía con el universo, que logró que cuatro minas seguidas me pidieran el número de teléfono en la misma noche, lo probó conmigo por qué no soy un tipo muy agraciado. Me dijo:

-¿querés que la mujer de aquél te tire los perros con el marido presente y que el chabón se quede musa?

 -Si -Dije para ver.

Dos birras más tarde, la tenía en la mesa pidiendo mi número, tres minas más se me lanzaron aquella noche como si fuera Bratt Pitt, inexplicable. 

Volviendo a casa teníamos ganas de comer algo, y pasamos por una pancheria. Yo ya me había quedado sin un mango, él insistió y me invitó, comimos dos panchos cada uno teníamos mucho hambre por bailar toda la noche, y me dijo:

 -Mirá como nos vamos y aquí no ha pasado nada

-No Darío, media pila, si nos enganchan?

-Lo vas a pagar vos?

-…

-Entonces Chito Cachito. Párate, agarrá dos alfajores y  encará para la puerta.

Nos paramos juntos, agarramos dos alfajores cada uno y salimos por la puerta de emergencia.  A mi me palpitaba el corazón con 800 caballos de fuerza, como una Ferrari, y se lo dije…

-¿queres sentir lo que es estar arriba de un Ferrari? 

Más vale que quería, pero… ¿qué estaba dispuesto a hacer para eso? 

Una de las minas que me pidió el número, nos vió salir de la pancheria, nos siguió dos cuadras y nos invitó a desayunar mientras nos hablaba desde Ferrari personalizado, ¿lo podés creer?. ¡Mi asombro iba en aumento, pensaba que sería una locura tener el poder de la suerte, haría lo que querría! 

Fuimos a desayunar los tres, él se la quería ligar a la piba, pero la suerte había escuchado que la piba quería levantarme a mi.

En el camino de ida a la cafetería, mis caballos de fuerza se habían convertido en 1600, me sentía con un éxtasis de adrenalina increíble. 

Darío tenía tanta adrenalina como yo, tanto así que un rato antes me había dicho que se quería matar por qué Lucía no lo quería ni ver, ya no importaba cuanto le pidiera al universo, se ve que Lucía había hablado con más fuerza. Una barrera de tren nos detuvo en unas vías que parecían abandonadas, el éxtasis de la suerte lo tenía cogido completamente. Bajó del coche y se dirigió a las vías diciendo

-Tengo tanta racha que mirá lo que hago.

Se acostó entre los rieles de hierro, sobre las tablas de madera y en lo que hubiéramos demorado en tomarnos un chupito de tequila, un tren de carga lo arrolló con sus 15 vagones. La suerte ya había escuchado que él se quería matar.

No puedo describir lo que por mi cabeza pasó en ese mismo instante, pero si puedo decir que, qué suerte, que esa suerte no me tocó a mí.