Hoy mi mente se inunda de recuerdos que iluminan mi pasado tan amado, inundan mi alma de completo amor. Tal vez mi vida no haya sido la más feliz, pero logré absorber cada pizca de amor que habitaba mi entorno.
No puedo decir que alguna vez no haya padecido nada, pues de alguna manera es gracias a eso que hoy soy la persona que soy.
Recuerdo mi primer sentimiento de decepción, mi padre, que tenía innumerables problemas de salud me había prometido a mí, una niña de menos de 12 años que no fumaría más y le creí.
Una tarde de esas de siestas juntos, siestas que protejo con recelo por que ninguna será mejor que aquellas compartidas con él, encontré mientras hurgueteaba en la cajonera de la mesita de luz, un pesado monedero que hoy me pertenece de cuero negro pequeño, un rosario masticado por mi de plástico marrón, un silbato de cobre bastante oxidado, algunos papeles y… un cigarrillo, ese cigarrillo que acababa de descubrir indicó el primer dolor consciente en mi corazón. Entendí entonces que un padre que te ama con el alma también te puede mentir.
Entendí que hay constantes que por más promesas se hagan seguirán siendo constantes.
Entendí que hasta el amor de tu vida te puede lastimar.
Entendí que algunas cosas te pueden matar.