TE GOBIERNA

-¿Es que no ves por dónde caminas? 

-Joder! siempre tengo que estar esquivandolos a ustedes turistas! 

-Señorita por favor, me podría dar una moneda, tengo hambre. 

-Cerveza water beer 

-¡No me escuchas cuando hablo! 

Tu todo el tiempo mirando el móvil, y toda esa gente haciendo lo mismo. Alguien sufre a tu lado pero si no hace un ademán demasiado agresivo como para distraer tu atención de la pantalla que te atrapa ni te enteras. 

Podrías estar caminando por el Arco del triunfo de la ciudad de Barcelona, y lo único que harías es levantar tu vista inanimada, desnutrida de expresión para extender tus brazos flácidos, buscar el mejor encuadre, capturar la foto en tus redes y volver a bajar tu cabeza para observar la realidad a través de ellas.

 Como si tu existencia dependiera de aquel artefacto luminoso que tienes entre tus manos que te obliga con el correr de los días a pasar horas con la cabeza a gacha, en posición de penitencia, sentada en una silla o echada en la cama como si estuvieras en una celda. Y los días pasan, y tu cuerpo se entumece,  tu mente se adormece lentamente, y tu ansiedad por la cantidad de sitios conocidos que tienes en la red, o la interacción que recibes de un fantasma igual que tu de el otro lado de aquella linterna incandescente van en incremento día a día. 

Tu entorno se mueve, pero tu siempre estas en la misma posición. La cabeza gacha en dirección al piso, ni siquiera viendo el suelo por el que caminas, el cuerpo encorvado como si fueras un anciano, aunque ni siquiera hayan transcurrido los primeros 40 años de tu vida, tu débil esqueleto está atrofiándose. Ahora no solo tienes una mente débil, si no también un cuerpo que lo acompaña. 

Lo único que te puede traer realmente al momento presente en el que habitas es el sonido de tu entorno, y tu, sin embargo te empeñas en aislarse de él con algo llamado “CASCOS” como en la guerra, como si necesitaras proteger tus oídos de el entorno que te rodea. Tú solo te aíslas, y luego te preguntas por qué te sientes solo. Así que te obsesionas siguiendo algún extraño, sabes todos sus movimientos, lo que come, los viajes que hace, con quien está, a qué fiestas va, qué se compró, de dónde, si cambió de look, se separó o se puso de novio, su último hitazo, la polémica en la que está ahora. 

 Ves un poco más insulsa tu vida porque no es tán “interesante”. Algo te gobierna, y no lo estas viendo, o mejor dicho, lo ves a diario, a toda hora, en cualquier habitación de tu casa, en cualquier sitio de la ciudad. Dejas tu vida para mañana, y mañana lo harás también. 

 Solo eliges en tu lista de deseos lo que quieres escuchar hoy, y cualquier cosa que salga de tu control auditivo te conduce a la irritabilidad. Escuchar a un bebe llorando o riendo por demás en el mismo recinto que tú por más de 15 minutos te lleva a coquetear con la ira y una pequeña mueca de desagrado sale de tu rostro, una fiesta en la que no se escucha lo que te gusta no es apta, por lo que te orientas nuevamente a encerrarte en tu pequeño mundo virtual, deslizando el dedo de abajo a arriba una y otra vez como si lo siguiente que fueras a encontrar, la siguiente nota, la siguiente foto, la siguiente persona fueran a apaciguar este malestar que te habita, y como no pasa, vuelves a scrollear buscando otro estímulo más. Pero eso nunca se acaba.  

MALESTAR, nunca mejor dicho. Es igual a MA-ESTAR, es que no estás presente, es que no escuchas por que hay algo más importante que lo que un otro está diciendo ahora, no ves más que contenido, no oyes más que tu propio eco, no sientes la calidez de conectar con otro ser en carne y hueso, no hueles el entorno que te rodea porque eso te conduciría a liberarte de tu cautiverio.

Eso querida amiga te está consumiendo la vida.